La
Madre Rebozo
El rebozo siempre se ha considerado una prenda importante dentro de la cultura mexicana por su uso en celebraciones y eventos culturales. Históricamente, puede observarse como una prenda de uso diario, utilizada para cargar objetos, bebés y protegerse del frío, así como un accesorio para vestir. Aquí te dejamos la historia...Conócela
Cuenta
la historia que hace muchos años existió una mujer que tejía en su telar los
rebozos más bellos que se han visto en este lugar; sus hilos eran tan coloridos
y sus bordados tan hermosos que comenzó a despertar la envidia de las otras
mujeres, ya que por más que intentaban igualar lo que aquella mujer hacía les
era imposible lograrlo.
Desesperadas
por lo inútil de su labor decidieron confrontar a la mujer, se reunieron en una
fría madrugada frente al molino y esperaron a que el primer rayo del sol
alumbrara las tejas de barro en los techos para ir a la casa de la inculpada y
exigirle su secreto.
Cuando
el sol salió de entre las montañas, la legión de mujeres caminó con paso firme
por la avenida real, sus huaraches levantaban el polvo del camino, mismo que
las envolvía y dejaba boquiabiertos a los hombres que madrugaban para ir a
trabajar a las milpas; unos de ellos se persignaron al pensar que estaban
siendo testigos de una imagen espectral, otros solo se imaginaban lo peor y
apuraban el paso pues sabían que las mujeres enojadas eran cosa peligrosa.
Minutos
después se encontraron frente a la puerta de la mujer de los rebozos bonitos.
Una de ellas, la más robusta y valiente dio un paso al frente y tocó con
seguridad la vieja puerta de madera un par de veces.
Todas
pararon la oreja al escuchar un rechinido y después unos pasos ligeros
caminando del otro lado hacia la puerta; misma que aquella mujer abrió
lentamente. Los rayos de luz ámbar que brotaron del interior de la casa
inundaron los ojos de las mujeres cegándolas por unos segundos.
-¿En qué
les puedo ayudar?
-Preguntó la mujer con voz tranquila mientras terminaba de
trenzarse el cabello.
Nuevamente
la mujer robusta dio un paso al frente y dijo:
-Nosotras
tenemos el mismo tiempo que tu haciendo nuestros rebozos, usamos los mismos
materiales y tenemos telares parecidos sin embargo es a ti a quien te quedan
mejor. Usamos las mismas fibras y los mismos pigmentos pero tus hilos siempre
son más brillantes y coloridos y venimos aquí para que nos digas por qué.
-Les
diré mi secreto con una condición.
Las
mujeres se susurraron unas a otras hasta que los murmullos llegaron a oídos de
la valiente.
-¿Cual
es la condición?
-Que
entren a mi casa como hermanas, no como enemigas. No me interesa competir con
ustedes porque lo que hago no es para molestarlas o alegrarlas, es para hacerme
feliz a mi.
Las
mujeres se sintieron avergonzadas de su proceder y bajaron las miradas, un par
de ellas pensaron en retirarse y regresar a sus casas, pero la mujer las detuvo
con sus palabras.
-Así
como desde pequeñas nos enseñaron a usar el telar o moler el nixtamal, también
nos enseñaron la envidia y el rencor. Podemos seguir poniendo en práctica
algunas de esas enseñanzas, pero otras sería mejor desaprenderlas. Si están de
acuerdo con mi condición pasen, mi casa es su casa hermanas.
Las
mujeres entraron sin chistar dejando afuera el polvo y todos los sentimientos
negativos que las trajeron hacia este portal. La mujer las llevó hasta la parte
trasera de su casa, junto a la nopalera y dos árboles de guayabas colgaban una
hamaca en donde se mecía un pequeño niño. Debajo de la hamaca estaba el telar y
sobre un petate un par de plumas de águila y una docena de chiquihuites con
hilos comunes en su interior.
La
mujer les pidió a sus nuevas hermanas se tomaran asiento formando un círculo
cerrado alrededor de los guayabos. Cuando el círculo se cerró ella se acercó a
su hijo y lo sostuvo entre sus brazos. Se sentó sobre el petate y puso al
pequeño sobre su regazo, mientras ella formaba una madeja de hilos entre sus
manos, su hijo comenzó a sonreír de una forma tan bella e inocente que conmovió
al resto de las mujeres.
La
madre-rebozo tomó una de las plumas de águila y la colocó entre los labios de
su pequeño, después abrió uno de los chiquihuites, puso la punta de la pluma
adentro y volvió a cerrarlo. Todas las mujeres miraban atentas cada uno de sus
movimientos.
La
madre-rebozo se puso de pie y volvió a colocar al pequeño en la hamaca y se
dispuso a usar el telar. Tomó el chiquihuite adonde minutos antes había
colocado la pluma y al sacar el hilo con el que comenzaría a tejer todas las
mujeres al unísono dejaron salir un pequeño grito de admiración. El hilo común
y pálido que estaba dentro del chiquihuite se había convertido en uno lleno de
luz y de vida- tal como la sonrisa del pequeño niño-
-Mi
secreto es el instante – dijo la madre-rebozo.
Cada
vez que ríe, que llora, que duerme o que despierta yo tomo una pizca de mi amor
por él y una pizca de su amor por mí y las coloco en los chiquihuites. La magia
de la gran madre águila hace el resto.
No
solo tejo para que a él no le falte nada, también tejo porque a mí me hace
feliz hacerlo. Y cada bordado y cada fibra de estos hilos es parte de la
historia que estamos escribiendo juntos. Ahora hermanas, cada una de ustedes
pensará en uno de tantos recuerdos que tienen de sus hijos e hijas, de sus
padres y madres y comenzará a tejer su propia historia.
Tiempo
después, la casa de la Madre-Rebozo se convirtió en el punto de reunión para la
hermandad de las mujeres tejedoras de historias, que hasta el día de hoy
continúan tejiendo y bordando los recuerdos más profundos de sus corazones y se
visten con ellos.
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