CONOCE
MÁS SOBRE EL ARTE DEL
TEJIDO MEXICANO
Somos un país lleno de
tradiciones y culturas y quien no disfruta de ver los colores maravillosos que
encontramos en la vestimenta tradicional mexicana. Aprendamos un poco sobre el
arte del tejido en México.
Somos privilegiados en vivir en un país como México, lleno de
costumbres, tradiciones, historia, mestizajes. El arte textil mexicano posee
siglos de historia y creatividad, es por ello que México es reconocido como uno
de los principales países con una hermosa producción artística en el mundo
textil.
En cada rincón del país, habitan artistas
textiles, tejedoras y bordadoras que se han encargado
no sólo de inmortalizar las técnicas y simbolismos de nuestros
antepasados en las indumentarias tradicionales, también de crear verdaderas
obras de arte.
Al visitar diferentes regiones del país, es casi normal dejarse
maravillar por los impactantes bordados llenos de colores.
Los tejidos mexicanos, son una
valiosa muestra de arte y cultura. Los vestidos mexicanos son magistrales
ejemplos de un arte textil de gran tradición, en ellos podremos observar
múltiples colores y tejidos
Para los mayas, Ixchel era la
diosa de la Luna y el tejido. Su hija Ix Chebel Ya’ax era la patrona de los
bordados. Por ello, los artesanos tejedores les consagraban los hilos que
utilizarían, y las niñas, al cumplir siete años, les ofrecían su primer tejido
a dichas divinidades. Ambas tradiciones demuestran la importancia que estas
artes tenían para los mayas y muchos otros grupos indígenas de México.
A través de generaciones, las
virtuosas manos de muchos artesanos trabajaron para crear prolijas piezas: el
arte textil mexicano transforma los objetos más cotidianos en maravillosos
ejemplos de una gran tradición ancestral.
Las técnicas, los cortes y los
tejidos son tan variados como los pueblos y sus culturas. La identidad mexicana
se teje en las historias que dan lugar a los hilos y los motivos de sus trajes.
Hilvanes de culturas. Son
muchas las puntadas que conforman los trajes mexicanos actuales: por un lado,
la herencia de los grupos indígenas; por otro, la influencia de los españoles.
Antes de la colonia, la
vestimenta femenina se componía de un huipil, una faja y un enredo (o “falda de
pretina”). La llegada de los españoles a América además trajo las blusas, las
faldas y los rebozos.
El
huipil es un traje utilizado por los pueblos indígenas de varias
regiones mexicanas, como los estados de Chiapas, Puebla y Jalisco. Su nombre
proviene del náhuatl huipilli (blusa o vestido adornado), y por lo general
consta de uno o más lienzos de tela unidos que dan lugar a una tela rectangular
cosida a los lados y con una abertura para introducir la cabeza.
Esos trajes suelen ser
llevados por mujeres, pero también se incluyen en la vestimenta masculina. Algunos
cumplen con un importante uso ritual y religioso, como los huipiles mazatecos.
Estos constan de tres piezas de tela de lino blanca que se adornan con dibujos
llenos de simbolismo: el águila de dos cabezas y la xicalcoliuhqui (serpiente
escalonada) son motivos prehispánicos.
Un pieza posterior a la
llegada de los españoles y representativa de México es el rebozo, que se fabrica con lana, algodón o seda, y tiene
múltiples usos: sirve como chal y bufanda, y se utiliza para cargar a los
hijos. Esta prenda está profundamente arraigada en la cultura: los rebozos
fueron parte de la vestimenta tradicional de las “Adelitas” de la Revolución
Mexicana (mujeres que participaron como enfermeras, soldados o cocineras).
También aparece en los autorretratos de Frida Kahlo.
“La vestimenta de los hombres
también varía con telas hechas en telar de cintura con brocados, o mantas
industriales con bordados. El vestido masculino suele componerse de camisas
(‘cotones’) y pantalones (‘calzones’)”, afirma Eric Chávez. En las regiones
frías es indispensable el uso de gabanes y sarapes para protegerse del clima.
Actualmente aumenta el uso de
tejidos sintéticos, pero los más apreciados siguen siendo los de fibras
naturales: algodón, seda y lana de oveja. Asimismo, algunos creadores –como las
mujeres de la cooperativa de artesanas de San Pedro Cajonos en Oaxaca–
continúan con el tradicional uso de tintes naturales.
Las tinturas incluyen orígenes
que podrían parecer insólitos. El color rojo encendido utilizado en la zona
mixteco-zapoteca proviene de la cochinilla, un insecto al cual se refirió el
fraile Bernardino de Sahagún en el siglo XVI:
“Al color con que se tiñe la
grana llaman nocheztli , quiere decir, sangre de tunas, porque en cierto género
de tunas se crían unos gusanos que se llaman cochinillas, apegados a las hojas,
y aquellos gusanos tienen una sangre muy colorada”.
Otros tintes que se utilizan
aún hoy podrían salir de la cocina, como el achiote, o bien, formar parte del
jardín, como la planta del añil. Para que los tonos se adhieran deben usarse
fibras naturales que se sumergen reiteradamente en tinte caliente. En el caso
del añil, el teñido puede tardar hasta 21 días si se desea un azul índigo
intenso.
Lo intrincado del proceso de
realización y el costo de los materiales hacen que los tejidos artesanales sean
cada vez menos frecuentes.
Comentarios
Publicar un comentario